“¿Mamá, por qué este caballero hizo explotar nuestro parlante?”
“Es arte sonoro, cariño”.
Hace unos diez años fui co-comisario de un festival de arte en las ciudades de Pekín, Shanghai y Shenzhen. Había secciones de artes visuales, arquitectura, sonido y cine, y mi responsabilidad eran los eventos relacionados con el sonido. Para ellos había dos series principales: microconciertos en autos y miniconciertos en espacios alternativos (como en viviendas personales). Mientras editábamos las biografías de los artistas, el director me pidió que utilizara el término “artista sonoro” para referirme a todos los artistas invitados. Después de la exposición, la mayoría de los artistas cambiaron su título por el de “artista sonoro”.
Me pareció que poner música (y arte sonoro) en los autos para un público de sólo una o dos personas era una buena idea; y los conciertos en los espacios de la vida cotidiana también eran geniales. Estos eventos reflejaban lo que siento por la música: puede ocurrir en cualquier lugar y en cualquier ocasión. En el cartel de este festival sólo había dos o tres artistas que ya trabajaban con instalaciones sonoras, poesía sonora, obras de arte relacionadas con el sonido, etcétera. El resto no había tocado esas formas antes (y, en su mayoría, tampoco las volvieron a tocar después). Esos artistas solían actuar en locales de música y publicar obras sonoras en CD y foros de Internet. Sus obras podían ser extremadamente ruidosas, o incluso bastante dulces, pero en su mayoría utilizaban desarrollos musicales tradicionales, tonos o estructuras similares a la armonía, es decir: eran músicos. Puede que fueran músicos experimentales, creadores de ruido, improvisadores o compositores electroacústicos, pero eso fue antes de que conociéramos el término artista sonoro.
Así que no tienes que cambiar lo que haces, ¡sólo cambia la etiqueta!
Lo mismo que ocurrió en Taiwán después de los 90: ya existía una escena noise establecida, pero en los 2000 esos mismos artistas (aquí utilizo artista como término general) y sus actuaciones se convirtieron en arte sonoro.
Lo mismo que hoy en día: si envío mi biografía a un espacio de arte, hay un 90% de posibilidades de que corrijan mi título de músico a artista sonoro.
Igual que a John Cage: hoy en día se le llama artista sonoro, aunque no estoy seguro de que hubiera oído este término en vida.
Lo mismo que cuando compones una pieza de música concreta: todos tus amigos la llamarán arte sonoro.
Lo mismo que cuando haces cualquier cosa extraña, una travesura o alguna estupidez de autoexpresión: en el contexto chino la gente siempre te explicará que lo que estás haciendo es performance art. Sí. Performance o xing wei yi shu. “¿Mamá, por qué saltan esas señoras con uniforme de policía al campo de fútbol?”. “Es una perfo, querida”. “¿Mamá, por qué el gobierno cumplió su promesa?” “Es performance art, querida”. Este término revela que la gente necesita una palabra para las cosas que no quiere entender. Hoy en día, el arte sonoro tiene que cumplir una tarea similar: “Mamá ¿por qué este señor hizo explotar nuestro parlante?” “Es arte sonoro, cariño”.
Ahora hay muchos libros que explican lo que es, o no es, arte sonoro. No he leído la mayoría de ellos, pero de algún modo tengo la sensación de que sólo hay un tipo de arte sonoro que todos esos autores reconocen como tal: la instalación sonora.
Por supuesto, algunos dirán que en los años 50 ya existía el arte sonoro antes de que surgiera el término arte sonoro, que una vez inventado este término podríamos abolir la musique concrète, o al menos, situarla como un subgénero. ¿Podemos hacer lo mismo con la poesía sonora? Luigi Russolo, parte de la obra de Xenakis, ¿y, por qué no, Satie? En efecto, desde finales de la dinastía Ming existen silbatos atados bajo las alas de las palomas y en lo alto de las cometas. ¿Acaso no se trataba de arte sonoro primitivo, local, anterior y auténtico?
En realidad, no tengo nada que decir al respecto; creo que no soy lo bastante auténtico como para hablar de nombrar cosas. Así que permítanme volver a la instalación sonora, sobre la que sí tengo algunas ideas. Creo que la instalación sonora es una mutación de la modernidad. Desde el Romanticismo, la música ha estado dominada por egos fuertes. Luego, el periodo moderno proporcionó otros egos fuertes para luchar contra ellos: ¡la guerra entre gigantes románticos y gigantes modernistas! Luego tenemos hombres pequeños como Satie, movimientos absurdos como Dada, hombres tranquilos como Duchamp y hombres sonrientes como Cage. Luego tenemos al amigo más joven de Cage, Alvin Lucier, que intenta eliminar el ego (de forma parecida a como Cage lo hizo con la composición) utilizando sus incontrolables ondas cerebrales. Luego, con el uso de relojes, feedback y otros objetos para revelar fenómenos físicos. Una vez que pones en una galería algunos objetos que emiten sonidos automáticamente, ya no tienes que quedarte con tu obra. Ya no es necesario que el artista esté presente. ¡No hay ego gigante! ¡Salud!
Perdón por mi inglés. Podría hablar más racionalmente en chino. Entonces hablaría más de física y fenomenología. Quizá esté mal decir esto, pero no estoy haciendo Performance Art. La instalación sonora tiene menos que ver con la autoexpresión del compositor o la presentación de la humanidad. Al menos eso parece. Y la (vieja) modernidad (todavía) tiene problemas con el centro/periferia, yo/otro, escenografía/naturaleza, orden/caos, etc., mientras que nosotros ya estamos hablando de aceleracionismo y teoría de los medios/naturaleza.
En realidad, hay muchas excepciones a las instalaciones sonoras sin ego u objetivas. Por ejemplo, muchos artistas se sienten atraídos por fuentes sonoras especiales, como arañas, rayos cósmicos, hielo antiguo, estadísticas, semáforos de Nueva York, etc. Las transforman en sonido puro con su estética particular, utilizando fórmulas de ondas cuadradas o tonos dulces. Se preguntan: “¿Por qué el arte sonoro no puede ser subjetivo y autoexpresivo?”. Bueno… Pero dejemos esas preguntas por un momento.
La instalación sonora también surgió tras la aparición de nuevas políticas de financiación y sistemas museísticos. No surgió en un club de punk rock, ni de la colección de Jean Dubuffet. Dicho esto, hoy en día las instalaciones sonoras reciben cada vez menos financiación en Europa y, por supuesto, en Norteamérica. Pero en mi país, la instalación sonora sigue sugiriendo riqueza, buena educación, extravagancia, y ofrecen más posibilidades de tomar cócteles en la fiesta de inauguración. El término sugiere esto, pero en realidad no es así, porque casi no existen las instalaciones sonoras en esta enorme escena artística. En realidad, muchos artistas son pobres, están locos y huelen mal. No entiendo muy bien por qué el arte suena a riqueza. ¿Quizás el pequeño grupo de ganadores se apodera de los grandes espacios para exponer sus obras, mientras que el precio de los inmuebles es demasiado alto para los perdedores?
De todos modos, casi nunca he hecho instalaciones sonoras, y rara vez he recibido dinero del lado de las artes visuales. Según los organizadores de festivales que solicitan financiación para mis gastos de viaje y honorarios, estoy en la casilla marcada como música. ¿Y en China? Por suerte, no me han recortado ni me han metido en ninguna caja. Allí no hay ni caja ni financiación.
No estoy en contra del arte sonoro en sí mismo. Sé que a algunas personas no les gusta dividir el arte según el material, como arte sonoro, arte visual, arte audiovisual, arte post-digital-audio de vanguardia o arte olfativo… Sin embargo, si alguien ya lo ha nombrado no me molestaré en ir en contra de su etiqueta. Para mí la música ya es muy complicada y un reto suficiente. Puedo hacer música sin sonido, con un ruido enorme, sólo con mi cuerpo, con el caos de un happening, en sueños, con o sin concepto… hay muchas más posibilidades. El título de artista también me parece bien, ya que en general creo que la música, la performance, la danza y el juego del lenguaje son arte. Entonces ¿por qué no “artista que hace música extraña”? De este modo tenemos la oportunidad de pensar qué puede ser la música, hasta dónde puede llegar. ¿Dónde está el límite entre la música y todo lo demás? Si llamas a algo arte sonoro o xing wei yi shu (performance art), la gente se detendrá y esbozará una educada sonrisa que implica un: “Ahora lo entiendo”.
Muchos de mis colegas utilizan el arte sonoro para describir nuestro tipo de música. Siempre me parece bien. Pero eso tiene una consecuencia lógica: la música está acabada, no merece la pena ampliarla ni cuestionarla. Luego hay una segunda consecuencia: cualquier estructura e idea musical corriente puede salvarse utilizando el sonido como material. Es lo mismo que ocurre con la instalación sonora: mediante el uso de materiales especiales, el artista establece la comercialización de los puntos clave antes de que la idea tome forma. Quizá utilice las señales de los campos magnéticos de la Tierra en un lugar del holocausto, ¡pero su composición sigue siendo una obra de música electroacústica! Este uso del simbolismo no difiere del que utilizaban los cantautores del siglo XIX.
No estoy seguro de si soy o no soy un artista sonoro. Espero que las personas que están seguras de una manera u otra sepan por qué lo son. O no.
Diciembre 2018.
Un agradecimiento especial a Edward Sanderson por su ayuda con este texto.
Yan Jun (Lanzhou, 1973) es músico y poeta. Sus trabajos en música se centran en las grabaciones de campo, la voz, la música experimental, el movimiento corporal y la improvisación. Desde los noventa, es una figura clave dentro de la comunidad de música under en China.
Originalmente publicado en la revista The Wire traducido por Edward Sanderson. Traducido al español por Nicolás Carrasco.